Cuando comienzas a entrenar, e igualmente si cuentas con experiencia en entrenamiento, debes ser consciente de por qué has comenzado o llevas a cabo tu rutina, puesto que en un gran número de ocasiones tendemos a compararnos con los demás usuarios del gimnasio, personas absolutamente distintas a nosotros, lo cual resulta injusto tanto para ellos como para ti, pues cada persona cuenta con una capacidad actual sobre la que debe trabajar. Es en este momento donde surge la cultura del espejo, caracterizada por estas comparaciones con los demás, ir al gimnasio a levantarnos la camiseta y hacer ostentación de peso levantado (erróneamente en muchos casos), lo cual es responsable de que olvidemos cual es nuestro objetivo de entrenamiento de verdad, puesto que centramos nuestros esfuerzos más en tratar de impresionar a los demás que en alcanzar nuestra meta, lo cual es perjudicial tanto para tu objetivo de entrenamiento como para tu persona, por lo cual pregúntate:
- ¿Por qué voy a entrenar?
- ¿Cuánto de importante es realmente la opinión de estas personas?
- ¿Cómo debería entrenar si no me viese nadie?
Una vez seas capaz de evadirte de las personas con las que compartes la sala, tanto de sus miradas o comentarios, te encontrarás en el camino adecuado para alcanzar la meta que tanto anhelas y entrenar a tu intensidad adecuada, ya que levantar más peso no siempre es sinónimo de entrenar mejor. De esta forma, resulta imprescindible adecuar la intensidad de entrenamiento a tu capacidad actual y objetivo que te planteas, evadiéndote de opiniones y juicios de cualquier persona, tanto por tu propia salud (evitarás lesiones), para alcanzar tu objetivo de la forma más eficiente (entrenando a intensidad excesivamente alta te alejarás de este) y para disfrutar del entrenamiento, puesto que debes tomar el ejercicio como el compañero que te acerca a tu propósito.